Los archivos desclasificados del gobierno estadounidense han destapado una serie de detalles sobre la conocida «Operación 30 Horas», que consistía en un plan militar desarrollado por la dictadura brasileña para invadir Uruguay en 1971.
Este plan fue concebido en un momento crucial, en el que el país vecino se preparaba para sus elecciones presidenciales, y tenía como principal objetivo evitar que la coalición de izquierda, Frente Amplio, asumiera el poder.
La derecha uruguaya le tenía miedo al Frente Amplio
Brasil estaba bajo el régimen del general Emílio Garrastazu Médici, quien lideraba uno de los periodos más represivos de la dictadura militar instaurada en el país desde 1964. En este contexto, el general Médici buscaba erradicar cualquier posibilidad de que un gobierno de izquierda emergiera en la región. En particular, la posibilidad de un triunfo del Frente Amplio generaba preocupación en los círculos militares brasileños, ya que consideraban que esto podría abrir las puertas a la subversión y compeler a otros países en la región a seguir una senda similar.
La preocupación por la cercanía de un gobierno de izquierda en Uruguay se acentuó tras los eventos en Chile, donde Salvador Allende había llegado al poder en 1970, lo que se consideraba un precedente peligroso para las aspiraciones políticas de Brasil. En ese sentido, los informes de inteligencia provenientes de la posición de Brasil se centraban en prevenir el avance del izquierdismo en el Cono Sur.
La mano de Estados Unidos en la planificación del golpe
La planificación de la operación fue presentada al presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, quien rápidamente brindó su apoyo a Medic, alineándose con la política exterior anticomunista de su administración.
Documentos revelan que el presidente uruguayo Jorge Pacheco Areco solicitó de manera formal este apoyo militar para legitimar su gobierno y debilitar al Frente Amplio, temiendo que sus reformas provocaran disturbios sociales y políticos mayores.
La operación no solo implicaba el uso de la fuerza militar, sino también un esfuerzo concertado por manipular el proceso electoral en Uruguay. A tal efecto, Brasil facilitó instrumentos que permitieron alterar el escenario electoral para evitar la llegada al poder de gobiernos que pudiesen ser percibidos como hostiles a sus propios intereses.
Operación 30 horas: movilización de fuerzas para frenar al Frente Amplio
Se estima que las tropas brasileñas podían ejecutar la operación en un lapso de 30 horas, trasladándose desde diversos puntos estratégicos en el sur de Brasil hacia Montevideo. Estas movilizaciones fueron consideradas una medida preventiva para responder a la percepción de que el país vecino estaba siendo gradualmente dominado por fuerzas subversivas y guerrilleras como los Tupamaros, un grupo que había ganado notoriedad por su actividad en Uruguay.
Las ciudades de Bagé, Santana do Livramento y Chuí jugarían un papel clave en el despliegue de las fuerzas militares brasileñas. El plan incluía también la toma de Rincón del Bonete, una hidroeléctrica fundamental para la infraestructura energética del país, lo que implicaba un enfoque táctico que buscaba desestabilizar al gobierno uruguayo, así como asegurar el control de recursos estratégicos.
Tiempo de elecciones: el FA pierde las elecciones pero el daño estaba hecho
Una de las voces testigos, el teniente Marco Pollo Giordani, relató su experiencia en la planificación de la operación, describiéndola como un momento de gran emoción, que fácilmente podría haber alterado el rumbo político de la nación vecina. La Operación 30 Horas también fue conocida dentro de las Fuerzas Armadas brasileñas como «Operación Charrúa».
Giordani recordó en sus memorias el fervor entre las filas militares y cómo en determinados momentos la operación parecía inevitable. La historia de la Operación 30 Horas pone de manifiesto la intrincada dinámica de poder que caracterizó a la región en los años 70 y la influencia que los grupos militares ejercieron sobre sus respectivos gobiernos.
El 28 de noviembre de 1971, las elecciones presidenciales se realizaron, y el resultado fue desfavorable para el Frente Amplio, representado por Líber Seregni, quien obtuvo el 18% de los votos. Juan María Bordaberry, candidato del Partido Colorado, resultó vencedor con el 41% de los sufragios.
Este desenlace fue visto como una victoria del establishment derechista uruguayo y como un revés para la estrategia brasileña de intervención.
El golpe en Uruguay se materializaría solo dos años más tarde, cuando Bordaberry, respaldado por los militares uruguayos, desató una represión sistemática sobre la oposición, dando inicio a un régimen dictatorial que se extendería hasta 1985. Sin embargo, la posibilidad de que los planes de invasión se concretaran genera interrogantes sobre la soberanía uruguaya durante este periodo de inestabilidad.
La sombra del Plan Cóndor
A partir de la segunda mitad de la década del 60, los gobiernos de países del Cono Sur comenzaron a establecer mecanismos de cooperación en materia de seguridad, lo que eventualmente daría origen al Plan Cóndor. Este plan fue un marco de colaboración represiva entre dictaduras militares con el fin de erradicar las influencias de grupos de izquierda, comunistas y otras disidencias políticas.
Con la aparición de la Operación 30 Horas, se dejó al descubierto el enfoque de las dictaduras en la región hacia la construcción de un orden anticomunista. En este sentido, la represión de movimientos sociales y políticos fue una constante en los años 70, marcando el inicio de una larga noche en la historia latinoamericana caracterizada por violaciones de derechos humanos, persecuciones políticas, asesinatos y desapariciones masivas.