En un contexto político cada vez más polarizado en América Latina, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, ha planteado una propuesta que busca resolver la crisis política en Venezuela: la convocatoria a nuevas elecciones. Durante una reciente conferencia de prensa, Lula expresó su preocupación por el estado del régimen en Venezuela, calificándolo de «autoritario y muy desagradable». Aunque reiteró que reconoce la victoria de Nicolás Maduro en las elecciones anteriores, Lula subrayó la necesidad de un nuevo proceso electoral que, en su opinión, podría ayudar a estabilizar el país y restaurar la confianza en sus instituciones democráticas.
La propuesta de Lula ha generado una serie de reacciones tanto dentro como fuera de Venezuela. Desde el Palacio de Miraflores, el presidente venezolano Nicolás Maduro ha guardado silencio en cuanto a la propuesta específica de nuevas elecciones, pero ha defendido la legitimidad de su gobierno y ha criticado cualquier intervención extranjera en los asuntos internos de Venezuela. Este enfoque de Maduro refleja su postura tradicional de rechazar cualquier presión internacional que pueda amenazar su control sobre el país.
Por otro lado, el presidente colombiano, Gustavo Petro, se ha mostrado más alineado con la propuesta de Lula, destacando la importancia de encontrar una solución pacífica y democrática a la crisis venezolana. Petro, quien ha mantenido una relación más cercana con Maduro en comparación con otros líderes de la región, ha subrayado la necesidad de diálogo y de procesos políticos inclusivos que permitan superar las divisiones internas en Venezuela.
Sin embargo, la propuesta de Lula no ha sido bien recibida por todos. María Corina Machado, una de las principales líderes opositoras venezolanas, rechazó categóricamente la idea de convocar a nuevas elecciones bajo el actual régimen de Maduro. Machado argumentó que cualquier proceso electoral que se realice bajo las condiciones actuales estaría viciado y no reflejaba la verdadera voluntad del pueblo venezolano. Para ella, la solución pasa por una transición de poder que incluya garantías para unas elecciones verdaderamente libres y justas.
